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martes, 24 de abril de 2012




Posiblemente la India no sea el mejor país para que un niño tenga garantizado unos derechos mínimos. El abandono, el tráfico infantil, la desnutrición y la alta tasa de mortalidad, son los peligrosos juegos a los que se enfrentan cada día.



JAISALMER

08 de septiembre de 2010


(Continuación )Nos montamos en el.... cutre-jeep, con nuestro chofer que empieza a hurgarse la nariz nada más arrancar el coche, … no hay nada como sentirse cómodo y bien recibido. Nos espera un tarde llena de visitas, fotos y ….






Primera parada: Cenotafios de Baga Bagh ( S.XVI ), conjunto de monumentos funerarios construidos tras la muerte de los más importantes maharajás. Son meramente simbólicos, ya que los cuerpos siempre eran incinerados y arrojados al Ganges.


Los cenotafios de las esposas se encuentran agrupados. Muchas de estas mujeres no morían por causas naturales, si no tal y como mandaba el antiguo rito Satí; tras la muerte de su marido saltaban a la pira de incineración para morir quemadas junto a su esposo.





En segundo lugar visitamos un templo jainista, sin más interés que el idílico entorno en el que se encuentra.

Continuamos camino hasta llegar a un pueblo abandonado, bueno más bien a un conjunto de piedras sin ningún tipo de interés artístico ni cultural. Aún así Luis decide llegar hasta el final del camino, donde encuentra encaramado a unas ruinas a este joven solitario, sin nada ni nadie a su alrededor, y sin otra ocupación que ver la vida pasar.



A la salida nos topamos con un entrañable anciano; 83 años cargados de optimismo, sabiduría y buen rollo. Compartir con él nuestro tiempo junto a un paquete de galletas y disparar alguna que otra foto, mientras no para de reirse al verse retratado, es sin duda lo mejor de la visita. Y sin ese gesto tan característico indio de extender la mano en cuanto ven una cámara de fotos. Sólo por este rato, mereció la pena.







Nuestra tercera visita nos acerca a uno de los poblados del desierto. Los niños, que no esconden su curiosidad son los primeros en salir a recibirnos.







Las mujeres se encuentran bajo la única sombra que vemos en kilómetros a la redonda. Me invitan a que les acompañe y a una ronda de tabaco que se colocan en la nariz, mientras despachan a Luis. No quiero ser descortés, pero prefiero seguir paseando.






Nos abren las puertas de sus casas, austeras pero ordenadas y limpias, algo que contrasta con lo que hasta ahora habíamos visto.





Después de recorrer todo el poblado y jugar un rato con los niños y las cámaras de fotos, reanudamos nuestro viaje hasta llegar por fin a la entrada del desierto. A partir de este punto, no queda otro remedio que continuar el camino en camello.






No es la primera vez, así que sabemos la tortura que nos espera, pero es el precio que hay que pagar por ver un atardecer entre dunas de arena. Parece que hay alguna nube, esperemos que no nos estropeen el atardecer.







Parece toda una eternidad, pero solo transcurre una hora hasta que logramos estar rodeados de dunas y … de más nubes…. Y el color empieza a no gustarnos.




Bajamos del camello, y cuatro fotos después,   a la arena empiezan a salirle unas manchas en forma de gotas de lo más sospechoso…. No puede ser!!! Pero cómo nos va a llover una vez más en el desierto…. Y digo una vez más porque empieza a ser algo habitual, de ahí la fama de "chamán de la lluvia " que tiene Luis.




No queremos ver la realidad hasta que el oímos a nuestro camellero gritar: “Rain is coming” “Come back “…. Viene corriendo hacia nosotros, tampoco será para tanto…. Y no, fue para mucho más…. Nos cae una para recordar…. Todavía suenan en mi cabeza las palabras del guía que nos vendió la excursión, “disfrutaréis de un inolvidable atardecer”… y no mintió… volver al galope encima de un camello impregnados de aroma a idem, mientras descarga sobre ti una enorme tormenta y sin posibilidad de reírte para no perder la concentración y caerte de morros en el suelo, y además pagar por ello…. Es algo que por mucho que quieras no se olvida, y si no que se lo pregunten a nuestros huesos.
Nos ha costado una hora llegar y 20 minutos volver, que ganas tenía de ver el jeep…. Hasta me parece que lo han cambiado por una versión deluxe.



El viaje de vuelta se hace eterno, estamos completamente chipiados, como decimos en nuestra tierra. Hemos tenido que escurrir las camisetas, el olor a camello con la humedad se ha elevado a la décima potencia y encima empieza a hacer frío…. la primera vez que baja la temperatura en este macro horno llamado India y tiene que ser precisamente ahora.


A este bonito cuadro, hay que añadir que a nuestro conductor le da por ponerse en modo suicida por una carretera llena de baches, con una lluvia torrencial, completamente a oscuras porque ni hay farolas ni las luces del cutre jeep alumbran lo más mínimo y controlando la situación a una mano, porque con la otra sigue intentando excavar un túnel que llegue a su cerebro desde su nariz.



21:00 horas fin de la odisea…. Nadie diría que venimos de disfrutar de un idílico atardecer…. Estamos de foto….Eso sí, si la risa es salud, en el viaje de vuelta hemos acumulado dos años más de vida por lo menos.

Un grupo organizado de españoles nos oye hablar y se acercan a preguntarnos a qué grupo pertenecemos. Se quedan horrorizados cuando les decimos que viajamos por nuestra cuenta. Pero como os atrevéis en un país como este!!!, nos dicen. Cuidaros mucho por favor!!!…. Pues claro que nos cuidamos señora, venimos de ver un espectacular e inolvidable atardecer en el desierto y ahora nos vamos a tomar unas cervezas bien frías.




Y además en buena compañía, porque al entrar en el Saffron nos encontramos de nuevo a Laura y a Cristina, así que compartimos cena y como no alguna que otra risa con ellas contando nuestra bonita experiencia.
Volvemos a ser los últimos en abandonar el restaurante. Es hora de despedirnos de nuestras compañeras de cervezas durante estos días. Nos ha encantado conocerlas, y nos cruzamos los mails para seguir en contacto.





23:00 horas, regresamos al hotel con una imagen en la cabeza que se ha convertido ya una obsesión y tiene forma de ducha. Nos acompañan una vez más nuestras linternas porque la ciudad se acuesta pronto. El balance del día no puede ser otro; ha sido un día perfecto con un final inesperado, pero tremendamente divertido y en definitiva, son estas anécdotas las que más líneas ocupan en cualquier libreta viajera.

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